El desarrollo urbanístico del centro histórico refleja el de todos los centros costeros, en particular los de Gallipoli, constantemente azotados por el viento y de ahí la necesidad de calles estrechas y tortuosas.
Caminando por estos estrechos callejones te toparás con puertecillas que, al cruzarlas, te harán descubrir una ciudad subterránea. Entrarás en un pasado que pocos conocen, cuando Gallipoli era la capital mundial del aceite para lámparas, el aceite para lámparas, utilizado para iluminar los grandes centros de Europa.
Las aceitunas utilizadas para la elaboración del aceite se vertían directamente en el molino desde un agujero en la bóveda.
La elección de crear almazaras subterráneas permitió mantener el producto a una temperatura constante de unos 17 ° y las aceitunas no corrían el riesgo de enmohecerse, como era el caso de las almazaras de superficie por los cambios de temperatura.